En 2014, hace ya un poquito más de 10 años, llegué a Chicago. Entonces tuve la común sensación del "sueño americano". Se te adentra por los oídos y los ojos, el rumor de la gran ciudad rugiendo al vacío, el majestuoso downtown, el postmodernismo reticular que lo abraza todo y nada. Al llegar de La Habana, había parado dos noches en Miami, en casa del contacto de un amigo peruano, que me aconsejó muy bien al oírme hablar de mis ideas "comunistas" y de mi pensamiento crítico que no satanizaba a Fidel, digo, me aconsejó que si me quedaba me fuera para Los Ángeles por ejemplo, que tenía que ver más conmigo. Siempre he tenido en gran estima el consejo de aquel buen escritor, por haber practicado una rara virtud: la honestidad, aunque descubriría después en Los (mismos) Ángeles, que tampoco se escapaba de la hegemonía del pensamiento anticomunista. Sin embargo, fue en Chicago primero, y luego en Los Ángeles, donde encontré posiciones heterogéneas, ideas afines a las de la revolución cubana, pero salvo raras ocasiones, de parte de los centroamericanos o americanos. Me apasionaba esa diversidad, y esa posibilidad, esa aventura, fue lo que más me impresionó y me impulsó en Los Estados Unidos. Claro, que como joven al fin, no veía esa boca jadeando en mi cuello, que en las sombras contenía todo el odio de su vida. Creía en la conciliación de la posguerra fría. Al fin y al cabo venía de una isla donde si la había sufrido, era de parte del extremo izquierdo, mientras que el derecho resultaba pasivo, trascendente, lejos de toda bipolaridad, a lo sumo, solapado. He esgrimido dicha causa, la de la conciliación. Al reflexionar sobre mi largo viaje ahora, pienso si sigo siendo ese joven utópico, soñador, y si no camuflo la decadencia de estar más enajenado e indiferente, con una cómoda posición conciliadora. El primer golpe fue, sin lugar a dudas, en el 2017, la victoria de Trump. Puedo decir que, al no ser que queramos seguir escondiéndonos de la violencia política desatada por la derecha en este país y el mundo, el trumpismo ha constituído nuestro "Moncada". De vuelta a una nueva campaña electoral donde se jugará el destino de la democracia, yo sigo realizando aquel viaje que comenzó una década atrás, y he vuelto a poner mis pies en la bella ciudad de Chicago. He "recorrido sus calles nuevamente", he sentido el trepidar de esos jinetes, heraldos, la resaca de todo lo vivido, el pan que se nos quema. De alguna forma he viajado en el tiempo, antes de la muerte de mi madre, y he vuelto a hablar con ella. Hemos puesto las cosas claras y me he vuelto a ver en sus ojos de impar nobleza. Entre tanto, caminaba por el parque metropolitano cuando divisé a un señor vendiendo libros. Parecía ecuatoriano. Además porque uno de ellos tenía un retrato de Guayasamín a Fidel. Pensé en tirarle foto. Era una coincidencia rotunda, porque entre otros pensamientos, meditaba sobre las raíces de mi admiración hacia aquel caballero...; pero sabía que si sacaba la cámara, o hablaba con aquel hombre, mi momento de gracia, mi virgen maría, podría disiparse y dejaría de contemplar así aquella mañana singular. Preferí continuar indiferente. Quizá en otros tiempos me hubiera sentado a hablar con él, hubiéramos intercambiado números y señas. Pero en el fondo ya sé que no importa mucho; hay una elección mucho mayor a la de las urnas que un hombre tan inaccesible como dios, la humanidad, ha de hacer, y yo qué voy a significar en su boleta.... Tal vez así lo piense porque ya esta ciudad me ha devorado, y soy uno más con ella, y sueña que un día regresará a casa.
Altazor del Abra
Blog de creación y opinión
domingo, 15 de septiembre de 2024
lunes, 29 de julio de 2024
FUEGOS FATUOS
“Señores míos, dijo el anciano encarecidamente a los fuegos fatuos, en adelante voy a enseñaros el camino abriendo el paso; más esperamos vuestra preciosa ayuda para franquearnos la puerta del sagrado recinto, por la cual tenemos que entrar esta vez y que nadie más que vosotros podéis abrir.”
Johann Wolfgang Goethe
Estas palabras son para los más jóvenes, para
los que aún buscan la verdad. Hay aproximadamente 7 millones de venezolanos
fuera de su país. Ellos son parte del pueblo de Bolívar y gran parte de este
desea un cambio político y económico, y observan con tristeza la perpetuación
de Maduro en el poder. Otros se suman y aclaman las políticas
desestabilizadoras de Estados Unidos que hace décadas han truncado la voluntad
de tantos pueblos del mundo. Dicho esto, no creo que Maduro haya falseado
votos. Sería fácil de demostrarlo y sería un riesgo demasiado costoso si es
que, como plantea la oposición, hubiera tenido la voluntad de robarse las
elecciones. Pero sí creo que las reglas del juego no están claras, ni son
justas de antemano, y que, si no se hubiera llegado a este punto de inflexión
política, Maduro hoy no fuera presidente.
A la
mayor comunidad de venezolanos en el exterior se le prohibió votar, debido a
que su actual país de residencia promueve una agenda imperialista, y no ha
descansado de minar los procesos democráticos de izquierda: Tabaré, Evo, Lula,
Chávez, Correa; hoy día Petro, Obrador. De esta manera Venezuela busca erigirse
como un día Cuba lo hizo frente a los movimientos de izquierdas sofocados por
sangrientas dictaduras bajo la tutela de Washington, y esquiva esa punta de
lanza, la misma que hoy la derecha ha esgrimido contra el propio proceso
democrático estadunidense, poniendo en jaque la institucionalidad y reavivando
el fondo fascista de la sociedad global.
Se pensaba que llegaríamos a ponernos de
acuerdo por el bien de todos y el futuro de la civilización: hablo del pequeño
deshielo que iniciaron Obama y Raúl, y las tendencias de inclusión y equidad
políticas que abogaron por una unidad de la diversidad a comienzo de siglo. Ya
son hoy un espejismo cada vez más lejano y pareciera que nos adentramos de
nuevo en la guerra fría, en un mundo de fuegos fatuos.
De modo que cuando analizamos el contexto del
madurismo en Venezuela (quiero distinguirlo del chavismo como revolución
auténtica popular -democrática), no se debe desconocer la realidad en que se ha
fermentado: nuevamente una realidad en que los grandes intereses económicos han
buscado subvertir el poder del pueblo, y han desconocido su derrota histórica;
Trump a la cabeza. ¿Será el gobierno de Maduro continuación o no del
“socialismo del siglo XXI”, un socialismo democrático, que no caiga en los
errores del caudillismo y de su definición por negación, dándole la espalda a
una parte del pueblo? No es fácil encontrar una respuesta, cuando las campañas
opositoras no han jugado limpio, propinando golpes de estados, buscando el
control de la opinión pública mediante los medios, inyectando millones a la
subversión y una gran parte de la comunidad internacional mirando hacia el otro
lado: esa ambigüedad brutal que se ha adueñado de mentes y corazones brillantes
es hoy una realidad ya histórica.
Sin la verdad no se llega lejos. Hay que hablar
con honestidad y evidencias de cómo se ha venido imponiendo un modelo
proto-fascista en la sociedad global. Si bien los gobiernos que emergieron con
el socialismo del siglo XXI concientizaron la necesidad de retomar el camino
socialdemócrata, la oposición victoriosa con la llegada de Trump al poder se
encargó de desarticular cualquier vestigio de la base legítima de la
socialdemocracia en América Latina; base de la que pareció emerger otra era de
paz y bienestar social para todos los pueblos. Pues ahora podemos ver parte de las
consecuencias de la política de desestabilización que se agigantó con el
trumpismo, como mismo han podido atestiguar al final del capítulo XX de la
Historia, cómo la despiadada y engañosa guerra de Occidente en Medio Oriente no
hizo más que avivar un avispero que sigue amenazando la seguridad de mayores
ciudades del mundo.
¿Que hubo y ha habido otras maneras de negociar
los conflictos e intereses del mundo?, no hay dudas, si la especulación
capitalista y la extrema derecha no hubieran seguido moviendo la balanza a su
favor por detrás del telón. La vuelta a un escenario político donde el
extremismo no permite legislar y por ende funcionar al sistema democrático
mismo, haciéndole cortapisas a favor del poder económico, es el origen de
conflictos sociales como el que vive Venezuela hoy día. Pero desde una mirada
extensa, es el efecto de un neo-macartismo que ha penetrado la ideología
política moderna y que es la base misma del trumpismo.
El efecto bumerán del macartismo constituye un
obstáculo peligrosísimo al desarrollo de la democracia occidental, si tenemos
en cuenta cómo todavía opera en el panorama electoral dentro de Los Estados
Unidos neutralizando el funcionamiento libre de la izquierda democrática. La
izquierda está inmovilizada, generando una implosión social dentro de los
Estados Unidos, debido a los efectos propios de la retórica con que el poder
capitalista ha buscado debilitar al movimiento comunista internacional en la
segunda mitad del siglo XX. Se juzga la
parte por el todo traicionándose el principio esencial de la política y el gobierno
modernos que son el bien público y el respeto a la democracia. No quiero
comparar a Maduro con Jacobo Árbenz o Salvador Allende, o con Bernie Sanders,
sino dilucidar sobre las condiciones de posibilidad en que opera, y entender
mejor cómo se manifiestan las respuestas de hoy día a la crisis del capitalismo
en los países subdesarrollados, y de este modo evitar la demagogia que impera
en el ambiente político actual.
Es en este escenario donde el poder de Maduro
se impone, personalizando el patrimonio del chavismo, reflejando “ese mal
necesario” de partido único o “dictadura del proletariado” que como dice Mujica
acaba teniendo mucho de dictadura y poco de proletariado. Recordemos que, en
respuesta a este tipo de contexto político, surgieron en América Latina
movimientos insurreccionales y la teoría de que era imposible un cambio de
sistema de manera pacífica. Y si bien es cierto de que hablar de partido único
es contradictorio para evaluar al chavismo oficialista que ha sido reelecto en
el juego electoral democrático, tampoco debe ser descartado pues en última
instancia uno de los argumentos infalibles de la oposición es la realidad de
que Maduro lleva en el poder ya 25 años. No es sano ni para el país ni para el
prestigio de las banderas del socialismo cuya base no es otra sino la verdadera
democracia.
Ya sabemos que la historia se repetirá 6 años
más, pero todavía hay esperanza en que los grandes poderes hagan más diáfana la
vida política y económica de los más débiles, si no sigue dividiéndose la
izquierda, si no pierde su razón de ser y si se agüita ese gran sector ambivalente de
la ciudadanía que es cómplice cuando los poderosos violan el derecho
internacional, pero se agita al ritmo de la propaganda y la anatemización cuando aparecen las dictaduras de izquierda como
respuesta. Hay esperanza en que Kamala
salga presidenta y levante el bloqueo contra Cuba. Hay esperanza de que se termine
el extremismo político y la violación al derecho internacional, con tal de que
no haya más excusas para el caudillismo y su consiguiente vacío político. Si el
presente de hoy fuera ese futuro, hoy Maduro fuera expresidente, Cuba un país
que prospera, y podríamos derrocar en las urnas a quien se aferre al poder. ¿Por
qué debía mostrarme tan complaciente ante esos fuegos fatuos?
domingo, 9 de julio de 2023
MIENTRAS ESPERA
Daniel se arrimó a la baranda para esperar pacientemente. Se echó sobre sus codos y prendió un cigarrillo. La baranda de aluminio tenía a un lado un alerillo. Volvió a sentir vacío y que de nada valía pensar. Otros momentos similares habían sido menos terribles o acaso este era tan presente que le angustiaba sobremanera, aunque hacía solo una semana que estaba en la isla que tanto ansiaba, donde creció y vivió los momentos más felices de su vida. No era miedo a la muerte, tampoco a la vida. Quizá era solamente cansancio.
Era un pensamiento atado a una cosa, un enjambre, un universo material. Unas ansias de explicar algo sin que lo mordiera la hora, para poder liberarlo de la angustiosa contingencia como si su unidad pudiera iluminar el espíritu de la razón. Así desandaba Daniel los vericuetos de su razón cuando descubrió dentro del fino alero una moneda de veinte centavos. ¡Una peseta! -se río como quien ríe a medias, incómodo de alguna broma. Había olvidado su peso, incluso su valor mientras la acariciaba para confirmar que era una de aquellas monedas de veinte centavos.
Tomó la peseta en su mano y observó “2018.” No pesaba como aquella otra que tenía la efigie de Camilo -si no mal recordaba- sino que era ligera y estaba arañada. La acercó aún más a sus ojos y siguió las letras en forma de arco sobre la estrella: “Patria o Muerte”. ¡Qué absurdo! “Patria o Muerte” Con una sonrisa ahora espléndida examinó la otra cara con un escudo sin consigna. Fue él quien leyó en su mente: “Patria y Vida.” De inmediato aquella insignificante moneda cobró signo de revelación. Sintió que su cuerpo recobraba vida y despertaba de un profundo letargo.
¿Cuánto vales hoy “Patria o Muerte”? Hacía cinco años tú misma valías novecientas veces más de lo que vales hoy. Conformaba la ecuación perfecta de una realidad “compleja”. Daniel no era matemático, lo que le hizo dudar ya que la realidad fuera así de compleja ya la ecuación correcta. Sus aspiraciones de genio quedaron en la universidad y el poco talento que poseía yacía bien aturdido con su rutina que no le daba tiempo ni a pensar en él mismo.
¡Qué horror! En que se había convertido la cosa que basara su existencia en aquella unidad infinitesimal -pensó como si hubiera hallado al átomo, el key de la cosa. ¿Nos habremos desintegrado a la enésima potencia por el impacto de una fuerza superior? Con celo tocó su bolsillo con la otra mano para confirmar que tenía su dinero a buen resguardo. No le bastó sentirlo y chequeó que allí estaban los billetes de mil por los que había cambiado los dólares. Se había convertido a fin de cuentas en el pequeño burgués que tanto había criticado. Todo le parecía estar condicionado por ese dinero. Por supuesto que no es el dinero en sí -pensó- sino el tiempo y el sacrificio que necesitaba para alcanzar la limosna que allá no le alcanzaba para vivir, sin embargo, se multiplicaba en miles de este lado.
Años atrás, con unas pesetas hubiera podido pagar la guagua, el cine, echar aire, comprar el pan, el arroz, los frijoles, hacer una llamada, o pagar un impuesto. Hoy la misma moneda era el reflejo del antivalor. Daniel sintió que tenía en sus manos el vacío, algún fósil valioso, un descubrimiento filosófico, porque una moneda así ya no circulaba: ¿cuál era entonces su sentido? Si ahora mismo salieran de los lugares más recónditos donde se protegían de la historia, sería por la curiosidad de algún advenedizo como él, aún entre el recuerdo de un país y su presente, cavilando mientras la espera.
Googleó si este espécimen había sido retirado del mercado cambiario, pero no, aún seguía allí: “Patria o Muerte”. Él sabía la falsedad de su reverso: “Patria y Vida”, la mezquindad de los que corean esa patente genocida. ¿Qué moneda era corzo, en cambio, de la dualidad que a su alrededor se mostraba cada vez más tirante y grotesca, cuando veinte centavos de Patria o Muerte valían novecientas veces menos que Patria y Vida? ¿Qué coherencia podía existir entre Patria y Vida en el bolsillo y Patria o Muerte en el corazón? ¿Qué sujeto menos monstruoso podía parir semejante realidad patriótica?
Daniel se acomodó para representar sobre la baranda una expresión matemática que podía salvarlo y con él a la humanidad. Si Karl Marx había llegado a que f(x1) – f(x) : x1 – x, dando pie a las revoluciones más grandes de la historia por cientos de años, la suya podría dejar un legado que despertara la conciencia de los hombres y mover la rueda de la historia una vez más.
Recordó que cuando era niño se decía que una persona estaba en la edad de la peseta cuando está a punto de entrar en la adolescencia. Dibujó una flecha en la baranda mientras se preguntaba qué día volvería a valer esa peseta veinte centavos. Entonces la puso a la izquierda de la flecha, con precisión matemática y saltó la incógnita: ¿Nos dirigimos hacia Patria y Vida? ¿Es posible tener patria si no se ama con la vida y se es capaz de morir por ella? ¿Podría la patria algún día existir en un mundo sin humanidad? ¿Hacia dónde se dirige la flecha? Por un momento colocó Patria y Vida en el segmento de los últimos dos años hasta el presente, pero la incógnita de qué vendría después aún siguió abierta.
Daniel divisó con claridad que el origen de aquel vacío era político, una situación aparentemente “compleja”. ¿Qué estaba pasando? Nadie sabía. Nadie quería saber. Solo puede conocerse absolutamente aquello que no se mueve -pensaba cuando de súbito lanzó la moneda contra la punta de la flecha, esta vez “Patria o Muerte” bocabajo, encarando el escudo solo, sin consigna. Tal vez algún día se tocarían los extremos nuevamente y volvería a circular. Al menos él, que había llegado su turno, la apretó en su mano con fuerza y tomó de vuelta su camino a casa.
miércoles, 7 de septiembre de 2022
CARA O ESCUDO
Querer progresar tanto,
Que nos quedamos atrás,
lunes, 20 de diciembre de 2021
AMANECER CUBANO
El aire que es del mundo su memoria,
trae el nemoroso cantío del gallo.
Lo surte el ruedo nocturno del viaje,
el ojo abierto suplicante en la sombra.
Canta el gallo mientras el sol se encima
a prender las velas del tiempo humano,
y enmudece airoso de su obra cumplida
aunque el filo de las horas lo degüelle.
Se erige el hombre, un pueblo se alza,
en el espejo de aguas el ojo enfurecido;
muda a ser frontal penacho encendido
el pecho incansable de rotas alas.
La mañana tarda en tántrica abertura
en la nuez del gallo a aventurar su voz;
horas de trabajo incansable en la noche,
son la sangre del gallo convertida en luz.
viernes, 16 de octubre de 2020
LOS SECRETOS DEL CHE II
Los secretos más grandes sobre el Che no yacen escritos; se han filtrado a través de sus hombres, con el propósito siempre de salvarlo de dos mentiras históricas: una, que era un asesino; o que dejó de creer en Fidel. No conozco a un solo colega suyo que no le profesara profunda lealtad, aunque ante la incógnita o el oportunismo cediera un ápice a los extremos de la guerra fría. He pensado mucho sobre ello desde que sentí en mí las ancadas de rocinante. ¿Quién traicionó a quién? ¿Hubo traición? Orlando solía revelar esos secretos con naturalidad, pero luego lo sobrecogía el temor de dañar la imagen de Fidel, de dejar una estela negra en las páginas de la historia, de aliviar la tensión que mantenía lejos, al fin y al cabo, el extremo enemigo. Pero el mismo temor se convertía en el látigo que lo animaba y desafiaba para estar a la altura de su comandante cuya muerte nunca se resignó aceptar.
sábado, 10 de octubre de 2020
LOS SECRETOS DEL CHE I
Conocí al Che en el 2003, cuando cursaba la carrera de Letras. Orlando Borrego fue el Virgilio que me adentró en las selvas de la Revolución. Tenía entonces 22 años, y había escuchado hablar tanto de él, que no sabía realmente quién era. Aun así, siempre me fue entrañable; personal. Mi padre lo escoltó en la primera ciudad libre de Cuba, Cabaigüán. Ahí están una de las fotos más bellas que se le han hecho, como un rocinante, adarga al brazo, o un Jesús ante las puertas de Jerusalén. Luego, cuando nos fuimos a vivir a La Habana, el azar hizo que Camilo y yo nos amigáramos. Nuestros apartamentos eran contiguos, y los juegos de niños se sucedían entre dichos y memorias de su abuelo, siempre al amparo tierno y caluroso de Hildita (Guevara). Ahora que es otro aniversario de su muerte; el día infame en que lo asesinaron, trato de hilar esos recuerdos. Ya es imposible separar mi memoria anterior a la de esos pasos del hombre leal, del amigo puro que fue Orlando, quien cargó hasta el último de sus días el peso indómito de la obra guevariana.
Abrió la caja fuerte, y agarró el primer tomo de El Capital. Con el peso de su cuerpo lo colocó contra la mesa, como si al soltarlo pudiera abrirse solo y revelar secretos. La letra del Che, y el mensaje entre letras de aquellas palabras, era, EL HOMBRE. ¿Habían perdido los marxistas el norte, cuando el Che anotó que había que volver al Marx filósofo –humanista-, para recordar los principios que le animaron a escribir aquella “mole” de El Capital? El Capital es la demostración lógica de que el liberalismo, con toda su bonanza, aún no es el fin de la historia; y que reproduce la explotación del hombre por el hombre, lo que contradice su supuesta modernidad. El socialismo, en cambio, es la “rehumanización” del hombre; la conciencia del hombre como agente de la historia y que no existe verdad ni poder absolutos. Aquella idea de ouroboro, en un país donde el poder parecía un gran titán de bronce, se desprendía de esas notas frugales para dibujar en mí el eje de un universo deseado y necesario.
Las palabras de Orlando siempre fueron como notas al margen. Él quería delegar en los jóvenes la fuerza que podía construir el socialismo. Sabía cuál era la base de mi noción de la historia, y logró que fuera capaz de cuestionarla para hallar respuestas imprescindibles. Fue entonces que conocí al Che, sentí su revolución, me asombré de lo que se es posible cuando nos guía el amor; cuando nuestros derechos humanos no tienen puesto precio, y el pueblo tiene el poder. Un día Orlando sacaba un manuscrito, otro día 7 tomos de un libro que solo constaba con 200 ejemplares. Su talante desbordaba sobriedad y era verde como laurel. Entre esas líneas el Che fue un joven creativo, disidente; columna vertebral de la revolución; un tipo de líder que la generación a la que pertenezco nunca experimentó.
¿Por qué los cubanos no supimos de la crítica guevariana al socialismo real? ¿Por qué no se supo del extraordinario y rico debate sobre economía política entre ortodoxos en Cuba, miembros del comunismo internacional, y “los herejes” comunistas del Tercer Mundo, tal y como los llamaban la nomenclatura de la Unión Soviética? Cuando mi asombro se convertía en enojo, Orlando me respondía con una frase que su jefe solía decir al terminar las reuniones bimestrales en el Ministerio de Industria: “Hombre-montaña atado a un lirio.” Era un verso de Darío con la misma fuerza del ouroboros moviéndose, abriendo puertas secretas.
Cuando logró desprenderse para continuar su lucha por los pueblos oprimidos, aquel Hombre-Montaña traería a la luz las señales de un pensamiento necesario, como rastro luminoso en la peor noche: “Apuntes críticos a la economía política”, “El socialismo y el hombre en Cuba.” Su muerte es una lección que aún los cubanos y los pueblos de América estamos aprendiendo. No hay poder que pueda con el derecho de Nuestra América. La lucha aún continua, por la libertad de los pueblos y oprimidos del mundo.
Chicago
En 2014, hace ya un poquito más de 10 años, llegué a Chicago. Entonces tuve la común sensación del "sueño americano". Se te adentr...
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“Señores míos, dijo el anciano encarecidamente a los fuegos fatuos, en adelante voy a enseñaros el camino abriendo el paso; más esperamos vu...
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Los secretos más grandes sobre el Che no yacen escritos; se han filtrado a través de sus hombres, con el propósito siempre de salvarlo de do...
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Conocí al Che en el 2003, cuando cursaba la carrera de Letras. Orlando Borrego fue el Virgilio que me adentró en las selvas de la Revolución...